El amor, en su forma más mística, es una experiencia transcendental que conecta el alma con lo divino. Más allá de la atracción física o emocional, es un camino hacia la iluminación, un vínculo espiritual que eleva y transforma. En el misticismo, el amor es visto como la fuerza más pura y sagrada, un puente entre lo humano y lo celestial.
Kelly M. Flanagan, un psicólogo clínico estadounidense, dedicó estas líneas en abril del año 2013 a su pequeña hija, a quien llama Cutie Pie, pero también a su esposa. Además, señala que extiende sus palabras a cada mujer adulta que he conocido dentro y fuera de mi oficina de terapia.
¿Sensible, apasionado, muy erótico? ¿Fogoso, idealista e intelectual? ¿O mejor uno que sea hogareño, protector y paternal? Estas preguntas son las que indican algunas de las características de las personas que nos gustan y por las que nos dejamos seducir.
Enfrentarse a la vida después de una ruptura puede parecer un desafío insuperable, lleno de dolor y soledad. Pero, ¿y si este fuera el momento perfecto para redescubrir quién eres y lo que realmente deseas? Cómo la soledad no es un callejón sin salida, sino un punto de partida hacia un viaje de autoconocimiento, superación personal y, en última instancia, de una felicidad renovada.
Amar significa reconocer la divinidad en el otro. Ser capaz de mirar más allá de su apariencia humana y sentir que hay un YO SOY habitando dentro de esa persona. Para poder ver la perfección en el otro tenemos que mirarlo con los ojos del alma, quitándole toda envestidura humana y solo ver lo que realmente es.
El amor maternal emerge como un faro de esperanza y orientación en un mundo a menudo dividido. A través de sus múltiples formas, este amor subraya lo que es verdaderamente valioso: el cuidado, la conexión y la compasión. Celebrar la maternidad en todas sus expresiones es celebrar la humanidad misma, abriendo el camino hacia una sociedad más amorosa y comprensiva, y ofreciendo una perspectiva de esperanza y fortaleza.
A través de un diálogo entre un niño y la divinidad, somos introducidos a la esencia espiritual de ser madre, como un ángel que guía, protege y ama. Esta historia nos recuerda el valor inmenso de la maternidad y el amor eterno que existe en nuestro mundo.
La pérdida de un hijo es adentrarse en un dolor profundo y personal. Esta historia ofrece una visión esperanzadora a través de un relato conmovedor donde un padre desconsolado encuentra consuelo en un encuentro celestial que promete un reencuentro en el más allá.
