Dejar secar la ira: Una lección de tiempo

Dejar secar la ira: Una lección de tiempo, InfoMistico.com

La ira es una emoción tan potente como efímera, capaz de nublar nuestra visión. Mariana, con su recién adquirido juego de té, se enfrenta a una prueba de paciencia y perdón. Las respuestas ante los desafíos de la vida pueden provenir de lugares de donde menos las esperamos.

El juego del té y la sabiduría del tiempo

En un pequeño rincón de la ciudad, Mariana recibió con una sonrisa luminosa un juego de té azul. Al amanecer siguiente, Julia, su vecina y amiga del alma, la buscó para compartir un juego. Pero Mariana ya tenía planes con su madre.

Con el rostro lleno de esperanza, Julia sugirió: «¿Podrías dejarme tu juego de té? Así jugaría mientras te espero». A regañadientes, Mariana accedió, no sin antes recordarle el valor que aquel presente tenía para ella.

Al regresar, el mundo de Mariana se desvaneció. Su preciado juego yacía desordenado y roto en el jardín. Con lágrimas en los ojos, buscó consuelo en su madre: —Mamá, mira lo que Julia hizo con mi regalo.

Mariana, con el corazón acelerado, quería buscar a Julia, pero su madre, con la serenidad que otorgan los años, le comentó:

—Querida, recuerda aquel vestido blanco que manchaste de lodo. Tu abuela te enseñó a esperar a que el lodo se secara para limpiarlo mejor. Con el enojo pasa igual: déjalo secar, y verás cómo todo se aclara.

El perdón y el tiempo

Aunque confundida, Mariana confió en las palabras de su madre y buscó distracción en la televisión. No pasó mucho antes de que Julia apareciera en su puerta, sosteniendo una caja.

Con voz temblorosa, Julia reveló: «Mariana, ¿te acuerdas del niño de la otra calle? Quiso jugar, lo rechacé pensando en tu juego, pero él, enfadado, rompió todo. Mi madre y yo buscamos uno igual para ti. Espero que puedas perdonarme».

Mariana, con una sonrisa serena, respondió: «No te preocupes, Julia. Mi enojo ya se secó».

Ambas, unidas más que nunca, compartieron risas y recuerdos, recordando que la paciencia y el tiempo tienen el poder de sanar heridas.

La ira, como el lodo, nos nubla la visión. Esperar a que se seque nos permite actuar con sabiduría y serenidad.

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