El YO del Orgullo

El YO del Orgullo, InfoMistico.com

Engreimiento, altivez, complejo de superioridad que nos hace menospreciar a los demás y tener una excesiva valoración de sí mismo. El orgullo es otro de los jefes de la legión de nuestra ciudad psicológica.

Conoce mejor el defecto del orgullo y algunas de sus múltiples manifestaciones

Es el “yo” de la grandeza que nos vuelve altaneros y soberbios, ya sea por poseer riquezas materiales, posiciones sociales o políticas, vana sabiduría, etc. El orgullo nos hace sentir como si fuéramos “vacas sagradas” y considerarnos con derecho a humillar a todos y a que nos rindan pleitesía.

Por el “yo del orgullo”, rechazamos al amigo que no tiene nuestra misma posición social.

Conocemos el caso de mujeres humildes que han criado a sus hijos honradamente, lavando ropa, planchando, logrando graduarlos en la universidad, para después ser rechazadas, debido al miserable orgullo de sus hijos.

Las personas orgullosas

Las personas orgullosas se conocen al caminar, al hablar, al reír, en la forma de vestir, etc.

Debemos recordar que la virtud contraria al orgullo es la humildad y para entrar y subir al templo de la sabiduría tenemos que pasar por 3 escalones:

  • Primero la humildad,
  • segundo la humildad y
  • tercero la humildad.

Aquí nos sirve recordar que Dios le da la sabiduría a los humildes y la niega a los soberbios. Por el orgullo y la incomprensión, los hogares se separan y existe la supremacía. Por orgullo se mata, se hiere y vamos al cementerio.

El “yo del orgullo”

El “yo del orgullo” crea un abismo en nuestras relaciones con el prójimo, pues al considerarnos mejores y más importantes que los demás, marginamos a algunas personas, negándoles hasta el saludo, por considerarlas inferiores a nosotros.

Hijos del orgullo son el amor propio y la vanidad, que nos convierten en verdaderos narcisistas, enamorados de sí mismos, llevándonos inclusive a repudiar y a humillar a toda persona que no posea nuestras supuestas cualidades.

La ley de los opuestos

De acuerdo con la ley de los opuestos, el orgullo nos presenta dos tendencias totalmente contrarias entre sí, pero que hacen parte de un mismo “yo”: en un extremo está la soberbia, y en el otro extremo, el sentimiento de inferioridad.

Aunque parezca ilógico, la persona que se cree un don nadie o se siente apocado, apenado, insignificante, humillado, es porque tiene el “yo del orgullo” demasiado grande.

Eliminando de nuestro interior el defecto del orgullo, nace en nosotros la virtud maravillosa de la humildad. Muchos confunden la humildad con la pobreza, pero la humildad nada tiene que ver con los harapos del miserable, ni con la suciedad del indigente.

La humildad es una virtud del alma

Es una actitud consciente que se manifiesta en el respeto hacia los demás, hacia las autoridades, en el buen trato hacia los semejantes; no importa si es rico o pobre.

El humilde siempre ve en los demás una manifestación de Dios y se muestra reverente y agradecido con lo que la Ley Divina le otorga.

Para conocer mejor el defecto del orgullo, veamos algunas de sus múltiples manifestaciones:

  • Autoalabanza: hablar maravillas de sí mismo… cuando en realidad somos unos míseros gusanos del lodo de la tierra.
  • Fariseísmo: creerse bueno y justo… y ver a los demás como demonios. Debemos recordar que nuestros semejantes son un espejo donde nos vemos de cuerpo entero.
  • Hipocresía: aparentar más de lo que somos… para que los demás tengan un concepto muy elevado de nosotros.
  • Auto-justificación: lavarse las manos como Pilatos… por no reconocer nuestros errores.

Muy refinados

Ver a los demás como ordinarios… y creernos muy refinados

Juzgar a otros como torpes y brutos… porque nos creemos inteligentes.

Hacer gestos de desprecio a los demás… por considerarlos sin importancia.

Autosuficiencia: rechazar la ayuda que nos ofrecen… por creer que no necesitamos de los demás.

No aceptar consejo o corrección… porque nos consideramos infalibles.

Caminar con engreimiento… cuando en realidad nuestro cuerpo es materia corruptible.

Sentirse grande y poderoso… sólo Dios es grande y poderoso.

Poses de vanidad, altivez y superioridad… por considerarnos adorables.

Hablar con soberbia… para humillar a los demás.

Llenarse de lujos innecesarios… por aparentar grandeza.

Exhibir nuestra riqueza y opulencia públicamente… por ostentar poder.

Creerse sabio… cuando en realidad somos unos ignorantes.

Sentirse humillado… cuando alguien nos echa en cara nuestros defectos. La verdad hay que aceptarla.

Pensar que la vida ha sido injusta con nosotros… porque nunca hemos pertenecido a estratos económicos altos.

Exigir más de lo que merecemos… porque nos consideramos muy importantes.

Creer que somos irremplazables… cuando en realidad nadie es indispensable en ningún lado.

Orgullo místico, pensar que somos virtuosos… y en verdad estamos llenos de defectos.

Sentir pena de hacer preguntas de algo que no entendemos… para que los demás no se den cuenta de nuestra ignorancia.

Pensar que somos hermosos cuando nos miramos en un espejo… no olvidemos que por dentro estamos llenos de podredumbre.

Egocentrismo: pensar que somos el centro de atracción en todas partes… recordar que Cristo es el auténtico centro de gravedad en el Universo.

Pensar que todo lo que tenemos en esta vida lo hemos conseguido nosotros mismos… cuando en realidad es Dios el que ha bendecido nuestros caminos.

Rebeldía: no aceptar órdenes de un superior… la obediencia es una muestra de humildad.

Fernando Moya vía Gnosis Universal

Sutiles trampas de la arrogancia

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