La razón de que los problemas se desenfrenen —como quien dice— es que el individuo carga siempre el problema o situación con miedo. Esto le da cierta actividad poderosa al problema, pero en realidad, se debería procurar llevar a cabo justamente la actividad opuesta, quitándole todo poder.
¿Cómo quitarle poder a los problemas?
El miedo es un sentimiento, y el sentimiento siempre es una energía vitalizadora. Hay dos tipos diferentes de sentimientos que vitalizan tremendamente y estos son el miedo y el odio.
En vez de darle poder a un problema y por ende, vitalizarlo, se debería quitarle toda energía sostenedora y dejarlo indefenso. El hecho de la cuestión es que todos estos llamados “problemas” son creaciones de la mente externa o de leyes establecidas por la humanidad a través del ser externo.
Mediante estas leyes humanas, las personas se atormentan entre sí o tratan de obligar a un individuo a hacer por otro lo que él o ella aparentemente no están en capacidad de hacer, porque están imperando leyes externas y artificiales en vez de las Divinas.
Si cada individuo se volviera con toda sinceridad y pidiera que el Amor y Sabiduría de Dios lo dirigiera en todo momento, y viviera de acuerdo con ello, en menos de un año —posiblemente en seis meses— no habría ni un sólo problema que la humanidad tuviese que encarar.
Cuando quieres que algo se realice, bueno es afirmarlo; pero también es bueno escribirlo y decir:
«Dios mío, Magna Presencia “Yo Soy” ¡Procura que esto se realice!
Si en algún momento crees haber cometido un error, asume siempre esta posición y afirma que sólo el bien puede resultar de ello.
Saber siempre que Dios dirige todas tus decisiones con sabiduría, y que de hecho tú decides rápida y correctamente y que solamente cosa en perfecta paz y armonía floreseran de de esas peticiones.
¡Que Así Sea! Amén
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