Arrepentimiento

Arrepentimiento, InfoMistico.com

Escúchame hijo mío: — Ahora, mientras duermes con las manecitas puestas bajo tus mejillas, viendo tus rubios rizos empapados del sudor de tu frente, quiero decirte que, mientras estaba sentado en mi sillón, leyendo el periódico..

Arrepentimiento — Reflexiones sobre la Familia

De pronto tuve una fuerte sensación de culpabilidad que me angustiaba, con el remordimiento por dentro, he venido junto a tu cama para decirte todo lo que siento. Hoy me enfadé contigo.

Por la mañana te regañé porque al vestirte para ir al colegio, apenas te lavaste la cara, mojando solo una punta de la toalla.

Te regañé porque no te limpiaste los zapatos. Te grité porque dejaste caer algo sobre el suelo.

Durante el desayuno te regañé también, cuando tiraste las cosas, tragaste la comida sin cuidado, pusiste los codos sobre la mesa, untaste el pan con demasiada mantequilla y cuando te ibas a jugar y yo salía a tomar el autobús, te volviste y me saludaste con la mano.

— “Adiós Papi” – me dijiste y yo fruncí el ceño y te respondí:

— “Ten erguidos esos Hombros”

Al caer la tarde todo empezó de nuevo

Al acercarme a casa te vi, de rodillas, jugando en la calle. Tenías agujeros en los calcetines. Te humillé ante tus amiguitos al hacerte marchar a casa delante de mí.

— “Los calcetines son caros y si tuvieras que comprarlos tu, serías más cuidadoso“— , te grité desconsideradamente.

— ¿Recuerdas mas tarde, cuando yo leía en mi sillón y entraste tímidamente, con una mirada de perseguido? Cuando levanté la vista del diario, impaciente por la interrupción, vacilaste en la puerta:

— “Que quieres ahora?”— te dije bruscamente.

— “Nada” -, respondiste, pero te lanzaste en tempestuosa carrera y me echaste los brazos al cuello y me besaste, y tus bracitos me apretaron con todo el cariño de tu corazón mientras me decías:

— “Te quiero papi, buenas noches” — y luego te fuiste a dormir, con breves pasitos ruidosos por la escalera.

Bien, hijo: poco después fue cuando se me cayó el diario de las manos y entró en mi un terrible temor.

¿Qué estaba haciendo de mí la costumbre?

La costumbre de encontrar defectos, de responder; ésta era mi forma de recompensarte, por ser un niño. No es que yo no te amara; es que esperaba demasiado de ti. Te medía con la vara de mis años maduros. Y hay tanto de bello, de bueno y de recto en tu carácter.

Ese corazoncito tuyo es grande como el sol que nace en las colinas. Así lo demostraste en tu espontáneo impulso de correr a besarme.

Nada mas que eso importa esta noche, hijo. He llegado hasta tu camita en la oscuridad y me he arrodillado lleno de vergüenza. Es una pobre expiación, se que no comprenderías estas cosas si te las dijera cuando estás despierto. Pero mañana seré un verdadero padre.

Seré tu compañero, y sufriré cuando tú sufras y reiré cuando rías. Me morderé la lengua cuando esté por pronunciar palabras impacientes. No haré más que decirme, como si fuera un ritual: No es más que un niño, un niño pequeñito. Siento haberte imaginado hombre.

Pero al verte ahora, acurrucado, hijo, fatigado en tu camita, veo que eres un bebé todavía. Ayer estabas en los brazos de tu madre, con tu cabecita en su hombro. Te he pedido demasiado, demasiado…

Gracias Hijo mío por existir

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