Ser como Dios una bella historia

Ser como Dios una bella historia, InfoMistico.com

Había una vez un maestro a quien le llegó la hora de partir de este mundo. Llamó a sus numerosos alumnos a su lecho de muerte. Uno a uno se inclinaron sobre el frágil cuerpo y escucharon atentamente cuáles serían sus tareas especiales una vez que el maestro partiera.

Ser como Dios una bella historia — Reflexiones

Finalmente llegó el turno de uno de sus alumnos más cercanos, a quien el maestro conocía y amaba desde hacía muchos años.

Tu tarea —le susurró el sabio—, es viajar por todo el mundo y contar historias de mi vida que inspiren a las personas a buscar la verdad»

El alumno estaba decepcionado. En esos días era muy difícil viajar grandes distancias, además extrañaría a sus amigos y familiares durante sus prolongadas ausencias. Sin embargo, comprendió que el bien más grande para todos, incluido él, vendría de cumplir su propósito divino en la vida. Así estaba decidido a obedecer las instrucciones. Besó la mano de su maestro y preguntó:

—¿Será esta mi misión para siempre o sólo durante determinado tiempo?

«Lo sabrás cuando hayas hecho tu labor por completo», respondió el maestro.

Durante muchos años, el alumno viajó de ciudad en ciudad, de país en país relatando historias sobre la vida de su maestro. Al ser narrador talentoso, invariablemente levantaba el ánimo de los presentes y los dejaba resueltos a crecer espiritualmente. Aunque sentía gran satisfacción de cumplir con su propósito, esperaba una señal que anunciara el término de su misión.

Un día escuchó hablar sobre un hombre muy rico que vivía en un pueblo muy lejano y que supuestamente pagaba muy bien a quien le contara historias auténticas de su maestro. El alumno decidió emprender el largo viaje con la esperanza de mejorar su economía, que estaba en una situación lamentable. Días mas tarde llegó al pueblo y fue directamente a la casa del hombre rico.

—Yo estuve al lado del maestro continuamente durante muchos años, le dijo al hombre —y conozco miles de historias.

Esa noche la familia se reunió alrededor de la mesa del comedor, con los ojos puestos en el alumno.

«Háblanos —dijo el hombre rico—, creo que puedes saber una historia que he querido escuchar desde hace mucho tiempo».

El estudiante abrió la boca para hablar pero no supo qué decir. Su mente estaba completamente en blanco. Durante años había contado innumerables historias y ahora no podía recordar ni siquiera una de ellas. El hombre rico trató de esconder su decepción, y le dijo al alumno que no peocupara. «Tal vez necesitas dormir», sugirió. «Hablaremos de nuevo por la mañana».

Sin embargo, sucedió lo mismo al día siguiente. La mente del alumno quedó totalmente en blanco. Se puso rojo de vergüenza y tartamudeó una disculpa, pensaba que la familia suponía que se había aprovechado de ellos para disfrutar de su hospitalidad. Entonces se fue cabalgando rápidamente jurando no volver nunca más a ese pueblo donde había tenido tan terrible experiencia. Sin embargo, después de cabalgar por cuatro o cinco horas, algo hizo detenerse en seco: de pronto recordó una historia y reflexionó durante unos minutos.

«¿Debo regresar?» se preguntó. «No es una historias de las mejores. Para cuando regrese ya será muy tarde y estaré muy cansado. Además, el hombre me mandará arrestar si comienzo a golpear la puerta en mitad de la noche para decirle que he recordado una historia».

Entonces, el alumno recordó la emoción del hombre cuando pensó que éste podía contarle historias y la amarga decepción en su rostro cuando comprendió que si tiempo juntos resultaría en vano. Asimismo, el alumno tenía muy presente la instrucción divina del maestro de difundir inspiración a las personas alrededor del mundo. Por fin, dio la vuelta con reacio caballo y emprendió el camino de regreso al pueblo del hombre rico. Llego a la casa después de la media noche y golpeó la puerta, que se abrió al instante. El hombre estaba en la entrada y el alumno notó que sus ojos estaban rojos, como si hubiera estado llorando por mucho tiempo.

—¡Recuerdo una historia!, exclamó el alumno. —Pero es una de las menos interesantes de mi repertorio. Esta basada en mi propia experiencia y no sè si quiera como termina. Sólo puedo recordar un fragmento.

«No importa», contestó el hombre llevándolo a la sala e indicándole con un gesto que se sentara. Un sirviente trajo el té y mientras el alumno disfrutaba de la bebida, el hombre apenas podía contenerse. Finalmente el alumno comenzó su relato.

«Había una vez un pueblo regido por un cruel gobernador. Mi maestro escuchó que este hombre había planeado una masacre para el día siguiente, así que decidió cruzar el bpsque con sus allegados para visitar al gobernador y tratar de detenerlo. Cuando llegamos al pueblo, el maestro me mandó llamar y me dijo que fuera a hablar con el gobernador y concertara un encuentro con él. Horrorizado, miré al maestro».

«Me matará’, le dije tartamudeando».

«Sólo ve y haz lo que te digo’, mi maestro respondió serenamente».

«Solicité una audiencia con el gobernador y le expliqué que mi maestro deseaba verle en la posada dónde había alquilado una habitación. El gobernador se sentó en un inmenso sillón de piel, como si fuera un trono, y meditó por un momento. Había una docena de guardias protegiéndolo, todos armados con relucientes sables orientales. Me parecía que en cualquier momento él les haría una señal y me cortarían en pedazos. Pero para mi sorpresa, el gobernador levantó su mirada hacía mí y me informó de que se reuniría con mi maestro en el acto».

«El gobernador y mi maestro se reunieron por varias horas, pero nunca supe de qué hablaron. Lo único que sé es que, como resultado de ese encuentro, el gobernador suspendió la inminente masacre. Poco después se fue del pueblo y nunca se supo de él. Es todo lo que puedo decirle».

El hombre rico se puso de pie y abrazó al estudiante mientras lloraba como un bebé.

«Ese fui yo, comentó el hombre. Yo era el gobernador. Tuve una vida terrible y asesiné a muchas personas inocentes. Creí que no había esperanza para mi hasta que conocí a tu maestro. De alguna manera, él pudo tocar mi alma. Me dijo muchas cosas que me conmovieron profundamente y decidí cambiar mi comportamiento en ese momento. Le pregunté si había alguna esperanza para mí y me dijo que si. Luego me dio instrucciones precisas para purificarme de mis malas acciones. Por último le pregunté: ¿Cómo sabré cuando habrá terminado mi corrección?.

El maestro respondió: —Si alguna vez un hombre se acerca y te cuenta tu historia, entonces sabrás que estás absuelto».

El hombre rico abrazó de nuevo al alumno y le dijo:

«Es por eso que todos estos años he estado pagando una fortuna para escuchar historias acerca del maestro, con la esperanza de escuchar la mía. Anoche, después de que te fuiste, comprendí lo que estaba ocurriendo: tú eras el portador de la historia del maestro y a mí se me había presentado una oportunidad de terminar mi corrección, pero la había perdido.

Comencé a rezar, a llorar y a suplicar la ayuda para limpiarme de cualquier último residuo de mi pasado. Mis oraciones fueron escuchadas porque recordaste la historia y regresaste».

Esta historia es acerca de un momento en el tiempo cuando dos hombres eligen hacer un esfuerzo extraordinario y al hacerlo, logran su propósito supremo.

El hombre rico podía haber aceptado su decepción e irse a dormir. El alumno podía haber continuado su camino, ya que estaba exhausto, avergonzado, se estaba haciendo tarde. Hubiera sido fácil rendirse y descansar durante la noche. Casi todos lo habríamos hecho.

El secreto de la culminación es el de erradicar el casi. Eliminar el bastante bien y el bastante cerca…

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