En una aldea remota, donde las montañas se besaban con el cielo y los ríos murmuraban cuentos antiguos, vivía Selena, una joven madre con su pequeño hijo, Elías. Cada día, Selena escuchaba historias sobre una misteriosa caverna que, según decían, concedía deseos, pero a un alto precio.
Las montañas, una madre, su hijo y la caverna que cambió su destino
Una tarde, mientras caminaban de regreso a casa, Elías, con su curiosidad innata, le preguntó a su madre sobre la famosa caverna. Selena, recordando las advertencias de sus ancestros, le dijo que la caverna era un lugar de doble filo, un sitio donde podías encontrar todo lo que quisieras, pero con el riesgo de perder lo que más amabas. Sin embargo, esa misma noche, una voz susurrante llegó a sus oídos, invitándola a entrar en la caverna.
A la mañana siguiente, Selena, llevada por la curiosidad y la promesa de un futuro mejor para Elías, decidió visitar la caverna. Al entrar, una luz dorada iluminó el camino, y la voz resonó nuevamente:
“Tienes el tiempo de un reloj de arena para llevarte todo lo que desees, pero no olvides lo esencial. Cuando el último grano caiga, la puerta se cerrará”.
Deslumbrada por las riquezas que veía, Selena comenzó a recoger gemas y monedas, pensando en todo lo que podrían hacer con ese tesoro. Pero Elías, con su sabiduría infantil, se sintió atraído por un rincón donde un viejo libro brillaba con luz propia.
Mientras el tiempo avanzaba, Selena, cegada por la ambición, no se dio cuenta de que Elías había comenzado un viaje espiritual al abrir aquel libro. En sus páginas, Elías viajaba por mundos desconocidos, conociendo culturas y aprendiendo lecciones de vida. Cada página le mostraba la importancia de los valores, de la bondad y de la familia.
Cuando el último grano estaba a punto de caer, Selena corrió hacia la salida, pero al llegar a la puerta, recordó a Elías. En un acto de desesperación, soltó todas las riquezas y corrió hacia el rincón donde encontró a Elías sumido en su lectura.
El tiempo se detuvo por un instante. El libro se cerró, y madre e hijo se encontraron en un abrazo eterno. Al salir de la caverna, Selena se dio cuenta de que las verdaderas riquezas no se medían en oro o gemas, sino en los momentos compartidos y las lecciones aprendidas.
Años después, Elías, convertido en un joven sabio, recorría la aldea narrando las historias de aquel libro mágico y del viaje que había realizado con su madre sin moverse de la caverna.
La historia de Selena se convirtió en una leyenda, un recordatorio de que lo esencial es invisible a los ojos y que, en la búsqueda de la felicidad, el verdadero tesoro siempre ha estado en nuestro interior.
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