El tendón de los primates

El tendón de los primates, InfoMistico.com

Para ver los efectos que ha tenido la Evolución sobre el cuerpo de los seres humanos no hace falta visitar ningún museo de Antropología ni de Ciencias Naturales. Tampoco hay que ver un documental ni tampoco abrir un libro o una web.

Solo 1 de cada 5 personas tiene esta rareza en el brazo

Tan solo hace falta mirarse las muñecas para ser consciente de cómo ha cambiado nuestro físico a lo largo la Historia. Para descubrirlo solo hay que juntar los dedos pulgar y meñique de una mano y girar la muñeca hacia la parte anterior del antebrazo

Así podremos ver el palmaris longus, un tendón que se encuentra en la muñeca entre dos músculos flexores (carpi radialis y carpi ulnaris). Esta parte dle cuerpo no tiene ninguna función. Es un vestigio evolutivo que no todos tenemos: solo el 16% de la población caucásica dispone de él.

Tenerlo o no tenerlo no supone ninguna diferencia

Ni para cerrar el puño, ni para agarrar una raqueta ni resta o suma habilidad. Sin embargo, para nuestros parientes más lejanos sí que resultaba tremendamente útil: los chimpancés y orangutanes pueden sujetarse mejor a las ramas de los árboles gracias a su ayuda.

Como en los humanos dejó de tener utilidad hace miles de años, poco a poco se va eliminando de nuestros cuerpos por una de las reglas básicas de la Evolución: si no sirve, desaparece.

Pero no es el único vestigio del pasado que se mantiene en nuestra anatomía. La rabadilla, la piel de gallina, el apéndice o incluso la capacidad de mover las orejas tienen muy poca utilidad en la vida moderna, pero siguen estando con nosotros.

Sin embargo, animales como los felinos sacan mucho partido al erizamiento o a la posibilidad de orientar sus pabellones auditivos en busca de posibles depredadores o alimentos.

Este vídeo de la la página web VOX analiza algunos de estos vestigios evolutivos que aún permanecen con nosotros, junto una pequeña explicación sobre su origen. Por ejemplo, explica que la rabadilla fue hace mucho el inicio de nuestra cola, la misma que animales como los perros, los gatos o incluso los lagartos disfrutan.

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