El Templo Dorado es en realidad un conjunto arquitectónico bastante amplio, pues cuenta con cuatro entradas (una por cada punto cardinal). Con lo primero que se topará será con casilleros para guardar zapatos, pues es imprescindible no solo no entrar con los zapatos puestos, sino que estos no deben ingresar al recinto por ningún motivo.
Templo Dorado de Amritsar — India
También es necesario lavarse los pies y cubrirse la cabeza, tanto hombres como mujeres.
Al entrar por la puerta del norte, la primera visión que se tiene es la de la inmensa piscina sagrada y sobre ella, flotando, el templo dorado, una imagen imponente, sobre todo al ponerse el sol, momento en el que el reflejo del templo sobre las aguas hace de este un lugar mágico.
Un amplio corredor llamado Parikrama recorre todo el rededor de la piscina sagrada hasta llegar al lado este, donde las mujeres se bañan.
Sobre esta misma dirección, pero un poco más atrás, se encuentra el comedor comunal, donde se sirve desayuno, almuerzo y comida a los peregrinos a cambio de una donación voluntaria.
Sobre el lado oeste se extiende un corredor flotante recubierto de bronce que nos lleva al interior del Templo Dorado. Una vez dentro, se pueden ver las paredes recubiertas con piedras semipreciosas y decoradas con pinturas de diferentes tipos.
Sobre el fondo un sacerdote se dedica a leer de principio a fin y sin interrupción absolutamente todo el libro sagrado.
Hacia la derecha se encuentra el Jubi Tree, un árbol que —cuentan— lleva ahí plantado más de 450 años y tiene la propiedad de hacer fértiles a las mujeres que lo decoran con cintas de colores.
Ritual Diario
Desde 1604 en que se colocó el libro sagrado en el Templo Dorado, cada noche este es trasladado al Akal Takht, o trono inmortal, lugar de residencia de la suprema autoridad religiosa.
Y cada mañana, antes de que salga el sol, es devuelto al templo en una ceremonia encabezada por la autoridad máxima y los guerreros sijs, los mismos que visten sus trajes típicos naranja y azul y portan sus clásicos sables usados desde tiempos inmemoriales.
Fue el cuarto gurú sij quien empezó la construcción de la piscina sagrada —llamada Amritsar o piscina del néctar de la inmortalidad—.
La idea era crear un lugar de reunión para sus seguidores y fue su hijo y sucesor quien culminó la obra y además construyó un templo en medio de la piscina, el Hari Mandir o templo del señor, colocando aquí el libro sagrado.
Fue ya en el año 1803 que el marajá de la ciudad decidió embellecer aun más el templo colocando mármol y placas de oro puro en la fachada (aproximadamente unos 400 kilos de oro) con lo que adoptó su denominación actual.
El templo dorado es un lugar mágico, místico y sobrecogedor para cualquier persona que lo visite. La fe con la que los sijs se bañan en las aguas de la piscina sagrada y con la que entonan sus cánticos y oran es realmente fascinante. Lo es también ver cómo acogen a quienes llegan hasta aquí.
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Viviana Salas | El Comercio Perú