Domingo Gaudete

Domingo Gaudete, InfoMistico.com

Este domingo es llamado de Gaudete, palabra con la que comienza la antífona de la Misa en latín, «Gaudete in Domino semper: iterum dico, gaudete»: «Alegraos siempre en el Señor; vuelvo a insistir: alegráos».

Domingo Gaudete — Cuando los curas se visten de rosa

La exhortación a alegrarse se encuentra al final de la Carta de San Pablo a los Filipenses, y el contexto completo continua:

«Que vuestra bondad sea conocida por todos los hombres. El Señor está cerca. No os angustiéis por nada, y en cualquier circunstancia, recurrid a la oración ya la súplica, acompañadas de acción de gracias, para presentar vuestras peticiones a Dios.

Entonces la paz de Dios, que supera todo lo que podemos pensar, custodiará vuestros corazones y pensamientos en Cristo Jesús.».

No es de extrañar que el Papa Francisco, el sucesor de Pedro, haya publicado su exhortación apostólica, «Evangelii Gaudium» – la alegría del Evangelio – durante el tiempo de Adviento, cuando celebramos que el Señor está próximo.

Por desgracia, las opiniones del papa sobre economía han acaparado los titulares y comentarios; pero el corazón de su mensaje es una exhortación a difundir el Evangelio con alegría desenfrenada.

El Papa empieza su exhortación apostólica escribiendo:

«La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría.

En esta Exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría».

La alegría a la que el Papa Francisco se refiere no es solo la felicidad humana, ni una falsa euforia religiosa o una máscara artificial de simpatía religiosa. La alegría es uno de los frutos del Espíritu Santo (Gálatas 5, 22).

Es el resultado de haber sido invadido por el fuego del amor divino. Esta alegría es la señal de una energía sobrenatural en la vida de una persona. Se presenta como una especie de optimismo sobrenatural.

La alegría divina es capaz de evangelizar, porque es atrayente

Las personas ven esa felicidad divina y esa paz, y las desean para sí mismas. La alegría divina está presente no solo cuando las cosas van bien, sino especialmente cuando las cosas van mal.

Yo nunca podré olvidar mi amistad con una religiosa clarisa llamada hermana Mary Lucy. Ella era ciega y sufría una enfermedad ósea degenerativa. Su columna se estaba deshaciendo y los médicos no podían hacer nada para mejorar este cuadro.

La hermana Mary Lucy vivía en constante e insoportable dolor, pero yo nunca la oí quejarse. Al contrario, siempre me mostraba una paciencia llena de paz y transmitía alegría cuando conversábamos.

Una vez, le pregunté a la hermana Mary Lucy si sentía dolor. Con una sonrisa, me dijo: — ¡Ah, sí, constantemente!

— ¿Nunca se ha enfadado con Dios por permitirle este sufrimiento?

— ¡Ah, no! ¡No! ¡Yo me estoy acercando mucho a Jesús! ¡No consigo siquiera describir esta experiencia!

La alegría de la hermana Mary Lucy parecía ser aún más poderosa, porque vivía en medio de un intenso sufrimiento. Este es el optimismo sobrenatural que supera nuestros miedos, preocupaciones, decepciones y arrepentimientos.

El lenguaje de la liturgia siempre refleja las realidades de la vida

El «Domingo Gaudete» llega en medio del sobrio Adviento para recordarnos que la alegría en medio de las dificultades no es un deber, sino un don. Es un don que viene de la conciencia de que el Señor está cerca.

Un viejo dicho judío afirma que Dios está más cerca de nosotros que nuestra propia respiración. El Señor no está próximo solo porque la celebración de su nacimiento está llegando. El Adviento nos recuerda que Él está próximo ahora. Él está más cerca que nuestra propia respiración.

Cuando veas los ornamentos rosas en la Misa y veas encendida la vela rosa en la tercera semana de Adviento, haz una pequeña pausa en medios de tus actividades. Cálmate, sosiégate y alégrate siempre en el Señor… ¡Te lo digo otra vez: alégrate!

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