Carta a mi Padre

Carta a mi Padre, InfoMistico.com

No pusiste ningún limite a mi creatividad

Me enseñaste a meditar, me pasaste libros. Aunque tu y mi madre se separaron cuando yo tenía 8 años, nunca me hablaste mal de ella. No intentaste destruir mi mirada de amor hacia ella.

Creaste entre mis hermanos y yo una relación de amor. Sin competencia. Queriendo a cada uno de manera diferente.

Me ensañaste a pensar, a creer que todo era posible en la vida. ¿Y como? Te voy a recordar como.

Un día nos paseamos por las calles en París buscando un par de zapatos, y hasta que no encontraba el par perfecto, no nos íbamos a dejar vencer. Entramos en quince tiendas ese día, hasta encontrar lo que realmente quería.

Gracias padre de mi corazón, gracias a eso hoy en día, hasta que no esté satisfecho con lo que estoy creando, no me dejo vencer. Me enseñaste también que cuando no se logra algo, se puede tomar otro camino que lleve a lo que deseas.

Cuando me tropezaba en la calle me decías «¡Samurai!» Para que cada paso, cada mirada mía en este mundo sea consciente. El Samurai no se distrae nunca. Me siento vivo Alejandro, tan vivo.

Nunca te vi deprimido, ¿te das cuenta?

Nunca te quejaste ni te dejaste vencer por el peso de la vida. Nunca me hiciste parte de tus angustias. Me enseñaste a ser alegre, a pensar que la vida era una fiesta.

Me enseñaste a no fumar cuando lo adolescentes empezaban a fumar, me explicaste que yo era un niño seguro de mi mismo, que no necesitaba un cigarro para seducir, ser adulto o ser aceptado por los otros. Me sentía fuerte, tan fuerte.

Me enseñaste a amarme, a respetar mi templo, mi cuerpo.

Te vi escribir toda mi vida ocho horas diarias, dedicado a tu arte.

Encontraste el amor a los 75 años

Conociste a Pascale, tu mujer. Y es la historia más bella que he visto en mi vida. Me hiciste creer en la unión de dos personas. Ahora tengo fe en la pareja a cualquier edad.

A veces me preguntas: «¿Como te sientes mentalmente, corporalmente, sexualmente, emocionalmente?» Te comunicas con mi ser entero. Cuando llego a tu casa, me siento en frente de ti y me miras, me cuentas tu vida, me preguntas sobre la mía e intentas que nuestros monólogos duren el mismo tiempo.

Que la conversación sea equilibrada. Que uno no hable más que el otro.

Te preocupas por mi sin invadir mi espacio. Pero me dices siempre que me amas. Todo padre tendría que decir a su hijo que lo ama.

Cuando era niño y te ibas de viaje, pero me llamabas todos los días, aunque eran dos minutos. Era nuestro trato. Sentí tu presencia. Siempre sentí que podía contar contigo. Cuando decías algo, lo cumplías y no puedes saber lo importante que es para un niño que su padre cumpla lo que diga.

Una vez me fui de vacaciones con la escuela, y me sentí tan mal con los niños, me sentí tan diferente a ellos que te llamé llorando. En la noche misma llegaste con tu coche. Hiciste 400 kilómetros para sacarme del infierno.

Y regresamos juntos la noche misma

Cantando. Decías que un niño no debe sufrir, que sus primeros años son sagrados.

Siempre olías mi pelo y mi piel diciendo que olía maravillosamente bien. Siempre me dijiste que iba a ser alto, que tenía talento, que era bello, que era un príncipe. Me acariciaste, me tocaste, me abrazaste. Fui un ser amado.

En la mañana tocaba a tu puerta y corría a acostarme al lado de ti y me abrazabas. Yo, la cabeza sobre tu pecho escuchando tu respiración y tu corazón latiendo.

Luego íbamos a desayunar en frente de la casa, en un café, y me hablabas de libros, de cine, de los descubrimientos que hacías, de las nuevas ideas espirituales que habías pensado.

En este momento estoy llorando de emoción porque nunca me había tomado el tiempo de decirte todo esto. Eres un padre maravilloso. Mis lágrimas corren, esas lágrimas son gotas de amor.

Siempre me llevaste contigo en tus conferencias, en tus seminarios, te vi hacerle bien a la gente, darles sonrisas, calmar miedos.

Hemos colaborado en teatro, en cine, en mis canciones. Qué maravilla poder crear algo con su familia.

Cuando tenía una duda siempre estuviste presente. Tan presente que hoy en día si ya no estuvieses a mi lado, escucharía tu voz en mi mente aconsejándome. Te tengo marcado en mi como un tatuaje para siempre.

Me salvaste Alejandro

En este mundo tan cruel, en este caos que es la vida, en esta locura donde vivimos, me mostraste lo más bello. Me alejaste de todo pensamiento burgués, de toda ilusión, de todo pensamiento religioso, de toda moral, me ensañaste a no tener límites. Me enseñaste que soy un ser libre.

Libre de la locura humana, libre de guerras, de miedos, me enseñaste que la realidad donde vivimos no es la única realidad, me enseñaste que mi territorio no es una casa, un país o un mundo, sino el universo entero, el infinito.

¿Por qué me hacías pintar en las paredes de mi cuarto? Me lo he preguntado mucho. ¿Por qué dejarme esa libertad de hacer lo que quería en mi habitación? Entendí que me enseñabas a crear, a liberar mi mente, vivir sin ataduras, sin paredes. Esas paredes eran ilusorias, invisibles y pintándolas podía pasar a través de ellas.

Me ensañaste a hablar, ni poco ni demasiado

Me enseñaste a respetar el campo energético de los otros. Me enseñaste a contar con las cartas del tarot. Y me mostraste que los símbolos son arte. Me enseñaste que la vida es mágica y que el milagro está por todos lados. Me enseñaste que dios es una energía que nos acompaña, y no un ser severo inventado por escritores.

Me abriste una cuenta en una librería y gracias a ti descubrí la poesía.

¡La poesía! Me acuerdo que nos sentábamos todos en la mesa del comedor, y cada uno de nosotros leía su poema.

Nunca tuviste amigos inútiles, la única gente que entró en tu casa fue la que querías ayudar o personas con talento. Poetas, filósofos, cantantes, doctores, zapateros, santos, todo tipo de gente pero con alma y contenido. Nunca perdiste tu tiempo en conversaciones vacías.

Nunca te he visto borracho ni drogado. Solo te vi desarrollar tu mente y tu talento de forma positiva con finalidad de cambiar el mundo y aportarle algo.

Te sentiste durante años un escritor fracasado, y mira lo que lograste. A los sesenta años te liberaste de ese sentimiento y publicaste más de treinta libros, hoy tienes ochenta y cinco años y eres un escritor completamente realizado.

Todo eso por creer en ti. Qué ejemplo. ¡Cuanta gente no cree en lo que es, buscando una salida, buscando felicidad sin ver que todo el contenido está vibrando en ellos desde siempre!

Me hablaste de la vejez como algo bello y gracias a ti disfruto cada año que cumplo sin temerle a la muerte. Gracias a ti veo que todo es posible en esta vida, en cualquier momento.

Veo el amor que tienes en tus ojos, veo el amor en ti cuando me miras, me amaste y diste tanto que te amo sin limites. Tu creaste ese ser que te está escribiendo. Tu creaste mi amor hacia ti. Aplicaste perfectamente esa frase que escribiste y resultó ser verdadera:

Lo que das te lo das, lo que no das te lo quitas.

Gracias por haberme regalado esta vida.

Tu hijo Adan que te ama,

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