El Milagro de San Juan Bosco

El Milagro de San Juan Bosco, InfoMistico.com

En la ciudad de Intibucá se cuentan muchas historias de muertos y aparecidos, pero también aún se recuerda la historia de una niña a la que llamaremos Azucena, porque aún vive, y fue ella precisamente la que nos contó la historia que a continuación van a leer.

Leyendas e Historias de Honduras – El Milagro de San Juan Bosco

Hace treinta y cinco años, exactamente, cuando Azucena contaba con tres añitos de edad, la mamá la llevaba a pasear donde sus amistades, todos la querían y mimaban.

Intibucá iba creciendo paulatinamente, los visitantes tenían que ir bien abrigados por el tremendo frío que ahí hacía, frío que a estas alturas aún se siente. Una tarde la abuela de la niña estaba muy contenta porque iría a visitar a una amiga que había llegado al pueblo y a quien no miraba desde hacía varios años.

-Me prestas a la niña -preguntó a la mamá-, quiero ir a ver a mi amiga. -La señora contestó: -Está bien mamá, llévesela y de paso me saluda a doña Rita, su amiga.

Así fue que doña Francisca llevó a su pequeña nietecita de la mano con dirección a la casa de su amiga, en el camino se encontró con unas personas que la conocían y se puso a platicar descuidando a la niña.

Los niños son curiosos algo llamó la atención de la pequeña que se fue separando del grupo sin que nadie lo notara. La conversación estaba en lo mejor cuando doña Francisca se dio cuenta que ya no estaba la niña con ella.

¡La niña!

-¡Dios mío!, ¡la niña!, ¡no la veo por ningún lado!. -Cálmese -dijo un señor-, por aquí cerca debe estar, busquémosla que pronto la vamos a encontrar.

Comenzaron a caminar por todas las calles de Intibucá y la niña no apareció, la angustia se apoderó de hombres y mujeres que conocían a la pequeña y la búsqueda se hizo intensa.

Cuando la mamá de Azucena se dio cuenta de lo sucedido se desmayó, la revivieron haciéndole masajes y dándole sorbos de agua. Se dio aviso a las autoridades y a los amigos y conocidos para que ayudaran en la labor de buscar a la niña. Había desaparecido a las nueve de la mañana, eran las doce de la noche y no la encontraban.

Al día siguiente se nombró a un grupo de rescate especial para que revisaran todos los solares baldíos de la comunidad pensaban que quizás se había cansado y estaba dormida, la búsqueda continuó durante todo el día sin ningún resultado, nadie hablaba de secuestros porque en aquel tiempo no se cometía ese tipo de delito.

En la parroquia de Intibucá se celebró una misa pidiéndole al Supremo Hacedor que apareciera Azucena sana y salva.

No se sabía nada de Azucena

Los vecinos oraban con fervor para que no le sucediera nada malo a la pequeña. Pasaron tres días y no se sabía nada de Azucena. La madre y la abuela estaban inconsolables, lloraban día y noche, a cada rato caían de rodillas implorando la gracia de Dios.

Entretanto la niña, que andaba perdida, se sentó sobre una piedra, miró hacia arriba y sonrió, luego extendió su manita y se dejó llevar. Era de noche, los vecinos hicieron una vigilia religiosa para implorar el regreso de Azucena a su humilde hogar.

Había gente de Marcala, de la Paz y Comayagua que mantenían una estrecha amistad con la familia.

La abuela les dijo: -Tengo una corazonada a pesar de que muchos de ustedes creen que mi nieta está muerta, yo pienso todo lo contrario, no sé por qué pero algo me dice que ella está viva, que pronto la voy a tener entre mis brazos – luego doña Francisca soltó en llanto.

Último vistazo

El Jefe de la Policía recomendó a sus hombres un último vistazo por los montes cercanos.

-Si no aparece al menos encontraremos los huesos de la niña; han pasado tres días y me alargo que esté viva, creo que sin tomar agua, sin comer o atacada por los coyotes ya pasó a mejor vida, pero es necesario hacer un último esfuerzo, todo por el bien de esa honorable familia a la que todos los que vivimos en Intibucá y en La Esperanza apreciamos tanto; así que emprendamos el viaje ahora mismo.

Con la colaboración de los vecinos, los militares hicieron el último recorrido por los montes cercanos y todo fue inútil. Una señora que regresaba de la montaña cargando unos elotes, vio a lo lejos sobre el angosto camino, nada menos que a Azucena, la niña perdida.

Tan grande fue su alegría que tiró los elotes y salió corriendo, levantó a la pequeña del suelo y la cubrió de besos. Al llegar al pueblo se formó una procesión siguiendo a la señora que llevaba a la niña en sus brazos.

-¡Es un milagro! -gritaba la gente-, ¡es un milagro!

Grande fue la alegría de la madre y de la abuela al recibir a su pequeña, tenía el vestidito sucio pero todo estaba bien, ni un rasguño, ni un golpe, parecía haber tomado agua y haber comido.

La gente se preguntaba cómo haría Azucenita para sobrevivir en esos días. La respuesta la dio la propia niña, su abuela era devota de San Juan Bosco, todo el tiempo mantenía adornada con flores la imagen del santo; la niña al ver al santo se reía y lo señalaba.

-Anduve con ese señor, él me trajo al camino.

San Juan Bosco

De más está decir que todos cayeron de rodillas dándole gracias a San Juan Bosco. Ese mismo día sonaron las campanas de la iglesia para celebrar con una misa cantada el retorno de Azucena y el milagro realizado por San Juan Bosco.

La niña, que ahora es una mujer me contó su historia, la verdadera historia que ella vivió cuando contaba con tres años de edad. En este mundo hay cosas inexplicables como la que les acabo de contar.

Leyenda de la Monja del San Juan de Dios

La Prensa de Honduras

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